martes, 16 de abril de 2013

UN JURADO ANTE LA PENA DE MUERTE


Publicado en VOCES (El Nuevo Día,  martes 19 de marzo de 2013, pág. 52) bajo el título de "JURADO ANTE EL CADALSO"

 

Imaginemos las reflexiones de un jurado obligado a considerar la pena capital para un convicto:

“Soy una persona buena, aunque a veces las “pequeñas violencias diarias del corazón” me  hagan perder perspectiva. Hoy, como jurado, tengo una carga demasiado pesada: decidir sobre la posible condena a muerte de una persona por cuya culpabilidad voté”.

“Me pregunto si aprobar tan definitiva pena, aparte de magnificar el castigo y vengar el crimen, contribuiría realmente a traer paz y seguridad al país, tan aturdido por la violencia.  Los argumentos defendiendo su implantación me causan duda: disuade la criminalidad; las tecnologías reducen el riesgo de ejecutar a un inocente; las ejecuciones son rápidas e indoloras; la cadena perpetua es costosa e ineficiente; las instituciones llamadas a prevenir y proteger son ineficaces con resultados a largo plazo. ¿Es que el fin justifica los medios?  ¿Es  tolerable cualquier error al aplicar la pena, criterio ético lo rápido e indoloro, aceptable el dinero como medida del valor de una vida, o justificable implantar a corto plazo remedios destructivos en lugar de reinventar las instituciones y sus propósitos?”.

“Se dice también que la Biblia alude “ a un Dios que avala la pena de muerte para los que no se comportaran como las creencias de la  época y su ley demandaban”  ¿no fue Cristo, inocente, ejecutado precisamente por esas razones?”.

“Este mecanismo punitivo  parece contrario al concepto de Humanidad al privar deliberadamente al condenado  de su derecho mayor,  la vida y causarle dolor; negar su capacidad de redención y ser  irreversible. Esto convertiría al  Estado en instrumento de deshumanización y venganza, y propiciaría un espectáculo público que solo puede añadir más decadencia espiritual y violencia a nuestra sociedad”.

“Cara al proceso judicial debo oponerme a una condena a muerte, aunque me horrorice el crimen cometido.  Apostaré, eficacia probada, por el amor a todo lo viviente y la compasión, tanto por la víctima, como por el criminal (sin eximirlo de responsabilidad). Repudiaré a la vez la criminalidad cuyas causas profundas, entre éstas, la distribución desigual de los recursos, contribuiré a enfrentar.  Promoveré, para alcanzar paz y seguridad, un acercamiento integral, ético y no violento al problema”.

 


 

 


 

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