martes, 12 de mayo de 2020

MATRIMONIO




8 de julio de 2013


MATRIMONIO

Por Denise Pérez Rodríguez, Bibliotecaria Retirada UPR

Se debaten los derechos de las personas orientadas sexualmente hacia otras de su mismo sexo. Unos proponen igualarlas ante la ley y, entre otras oportunidades, permitir a quienes desean mantenerse unidas disfrutar los beneficios de las parejas heterosexuales casadas civilmente. Otros se oponen. Consideran esta orientación anormal, aberrante, escogida, y violatoria a mandatos bíblicos. Estas propuestas, aducen, amenazan la institución matrimonial, por tradición de hombre y mujer, la familia y la estabilidad social.

Simultáneamente irrumpe información desconcertante sobre el matrimonio: reducción significativa en casamientos; alza notable en hijos procreados fuera de esta estructura,  parejas de hecho y divorcios. Aunque en buena medida impactado por consideraciones económicas, este organismo parecería peligrar por sus propios fueros. Reconocido todavía como principal gestor de la familia e instrumento de desarrollo humano y social, convendría abordarlo desde adentro.  

Comenzaríamos estipulando que, como sistema, el matrimonio solo cumple su propósito si asegura el desarrollo pleno de sus componentes. Demasiadas parejas bien intencionadas reflejan lo contrario. Estas viven desencantadas e insatisfechas por las rutinas vanas, búsquedas insensatas de crecimiento económico y las "pequeñas violencias” que cuece a menudo el corazón. ¿Cómo promover entonces este estado como compromiso de vida?

Quizás podríamos plantear la institución desde otros contornos. Para comenzar, propulsaríamos que  los casados fuesen personas que valoran su independencia como base de una relación interdependiente saludable. Por ello perseguirían un estilo de vida donde los anhelos y talentos  individuales tuviesen espacio abundante. En este primaría el diálogo, la alegría, el aprendizaje, la cercanía a la naturaleza, el cultivo del cuerpo y la armonía del entorno. Estos, aún sin reconocerlo, obrarían como si existiera un poder superior compasivo, liberal, práctico y de una lógica pasmosa evidenciada por una raza humana y un mundo natural repletos de diversidad. Se proyectarían generosamente hacia los demás. Su vida económica reflejaría estos valores.

Lo antes descrito podría ser un modelo apropiado para el matrimonio tradicional o la institución bajo nuevas configuraciones. Lo esencial es que quienes lo asuman, independientemente de su orientación afectiva y sexual, anhelen vivir como una “comunidad de vida y amor”, apoyarse, protegerse, alcanzar su potencial y contribuir al bienestar de la Sociedad.





 





























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