08 de julio de 2017
LA VISITA DEL DIOS DE LA HISTORIA,
JUSTICIA Y AMOR
Denise Pérez Rodríguez
Bibliotecaria Jubilada UPRRP
El treinta de junio me preparaba temprano para asistir a la
ceremonia de despedida de Fernando Picó en el recinto de Rio Piedras de la
Universidad de Puerto Rico. Cavilaba por
que me sentía tan compelida a hacerlo. Recordé entonces la belleza de esas instancias
cuando la Universidad recibe en un último adiós a uno de sus mejores.
Ya en camino fue inevitable detenerme
en la Iglesia San Ignacio. Allí la familia jesuita de este eminente
historiador, escritor y profesor universitario realizaría una celebración
litúrgica en su honor.
Las actividades en ambos recintos se
integraron en mi imaginario con armonía, sencillez y alegría. Tal vez para
permitir que quienes quedamos, como aseverase un sacerdote en la Iglesia, pudiésemos
con gracia “exponer nuestro duelo y….celebrar nuestra esperanza”.
Y la obra erudita y pedagógica de
Picó, reflejo de su compromiso religioso, articula esta esperanza. El optó con
preferencia por los pobres, parafraseo, y escogió mirar al mundo ‘desde la
perspectiva del injustamente crucificado”. Por ello practicó la “historia escrita desde
abajo”, donde los desposeídos entre
otros los trabajadores rurales y los
encarcelados eran protagonistas.
Se ocupó también de los estudiantes
universitarios, especialmente de quienes han luchado por una Universidad más democrática
y accesible a los menos pudientes. No en balde matizó la jornada su labor en el
proyecto universitario de jóvenes confinados del Anexo 292 de la Cárcel de
Bayamón. Uno de sus alumnos retó a los presentes a mantener vivos su memoria y
legado.
Un llamado acertado en momentos cuando
se legisla manipulando conceptos (libertad religiosa, un ejemplo) y códigos; se
limitan derechos fundamentales y se enfatiza el castigo, no la educación y
rehabilitación. Se
impone además al pueblo una austeridad controvertible, excusa para trastocar la
Misión de su Universidad. Esta tiene el deber de:
“Desarrollar a plenitud la riqueza intelectual y cultural latente en
nuestro pueblo, a fin de que los valores
de la inteligencia y el espíritu de las
personalidades excepcionales que surgen en todos sus sectores sociales, especialmente los menos favorecidos en
recursos económicos, puedan ponerse al servicio de la sociedad
puertorriqueña.”
Esos adioses silentes que pasamos la
vida diciendo a quienes amamos (Carmen Picó, hermana), preparan para el adiós definitivo. Más
asegurar una sociedad pacífica exige la palabra alta y clara, y la acción
apropiada. Que ese “Dios de la historia…
la justicia y el amor” de quien Picó fuera la visita “para Puerto Rico y para
cada uno de nosotros” (Baudilio, jesuita)
las inspire.
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