09 de febrero del
2015 (rev. 12/02/2015) Articulo publicado en Perspectiva El Nuevo Dia el sabado 13 de febrero de 2015. Pag. 74
PROGENITORES Y PAZ MUNDIAL
Por Denise Pérez Rodríguez, Bibliotecaria Académica
Jubilada
Nunca es tarde
para aprender algo nuevo sobre aquellas cosas que muchas veces juramos
saberlo todo. Como para confirmarlo, recibo por las redes sociales la Carta de la Paz dirigida a las Naciones
Unidas (http://www.cartadelapaz.org/es/texto.php). Su propósito es
ayudar a las personas y a las sociedades a sobreponer los impedimentos a la paz
mundial. Pretende sobretodo guiarles
a un convivir cotidiano armónico. Redactada inicialmente por dos
intelectuales españoles fue remitida a
la organización internacional (1995) para ser difundida e incorporada
“en el espíritu de las legislaciones de los pueblos de las naciones”. Endosos nuevos han acompañado
envíos subsiguientes. El artículo XIX
zarandeó contundentemente mi sentido de comodidad. Parafraseémoslo:
Haberle dado la existencia a sus hijas e hijos asigna para
siempre a “los progenitores” la responsabilidad de apoyarles para que lleven
vidas dignas. Este objetivo les obliga a
dejar a su prole “un mundo más
en paz”. Lo último
solo puede alcanzarse si en la familia existe respeto pleno a la dignidad
y derechos de todos los componentes sociales, especialmente los más vulnerables:
mujeres, niñas y niños, personas de edad avanzada y otras tradicionalmente
marginadas.
Las ideas
mencionadas acrecentaron mi conciencia sobre
la relación entre mi rol materno, la paz global
y los derechos humanos.
Para cumplir con la encomienda vital sugerida, me planteé unas
estrategias preliminares: primero, aprender
a discernir mejor en mis actitudes y conductas los prejuicios que me separan de
mis congéneres, a quienes debo compasión y solidaridad; segundo, actuar siempre congruente con lo que
predico. Esto aplica particularmente al aprendizaje y “la alegría de existir”
con lo cual, establece el artículo, mi hija e hijo contribuirán también a la
paz. El escrito parecería invitar a los
progenitores (y a quien quiera esté criando) a ser (diría Savater) como “la
buena madre”. Ella no solo da a sus retoños leche (seguridad y subsistencia),
sino miel (“la dulzura de la vida, el amor por ella….” (Fromm)). Y como el buen
padre, digo, porque los hay bien dulces.
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